En Uruguay: ¿Los empleados son un gasto o una inversión? – deGerencia.com

En Uruguay: ¿Los empleados son un gasto o una inversión?

PARTE I

Se habla siempre de la importancia del capital humano, pero las empresas uruguayas no invierten en contratar y capacitar nuevos talentos. Se habla más de lo que realmente se hace. Es cómo si por un lado, se pensara que hay que invertir y por otro, que hay que ahorrar. Y la clave de este dilema no está en la realidad, sino en nuestras cabezas. Para quienes piensan que el personal es una inversión, invertirán cada vez que puedan y para aquellos que lo ven como un gasto, cuanto menos se ponga en ello, mejor será.

Sin embargo, esa batalla entre las dos concepciones parece que desde hace mucho tiempo ha encontrado un claro ganador. Un ganador que se reafirma cada vez más diciendo que, cuanto menos se gasta, mejor estamos. En general, la realidad nacional muestra que consideramos a todos los funcionarios del Estado uruguayo y también a la mayoría de los empleados de empresas privadas, como un gasto. Y por lo tanto, todo parecería indicar que, pagarles menos es un ahorro. Menos salario básico, menos horas extras, menos compensaciones.

Afortunadamente siempre hay contraejemplos que muestran que las excepciones siguen contando. Sin embargo, parecería que esos casos especiales son coyunturales y no estructurales.

Los contraejemplos estructurales de esta forma de hacer uruguaya, difícilmente puedan citarse haciendo uso del plural. Diría que prácticamente hay actualmente una única profesión en el ámbito nacional que culturalmente, cuando se incorpora a un nuevo trabajador, se afirma públicamente con naturalidad que el comprador, se está capitalizando. Una única profesión que ha llegado a un tratamiento tan especial, que es considerada, de manera irrepetible, en otros ámbitos. Cada trabajador de este singular tipo, es visto como un lingote de oro.

¿No me diga que no sabe la respuesta? Basta consultar cualquier diario en época de transferencias. No busque mal en la página económica, hay que dirigirse a la página de deportes. No precisa pensarlo dos veces, ya puede contestar sin equivocarse: la profesión tan singular que nos muestra el poder de las excepciones es la de jugador de fútbol. Sí señor; los jugadores de fútbol son sistemáticamente las principales inversiones en personal que realizan las organizaciones uruguayas. Las transferencias muchas veces efectivamente llenan la alcancía de las instituciones deportivas.

No hay que asombrarse. Más que ello, deberíamos comprender las razones profundas de tal singularidad. No quedarnos en la superficie de esa particular relación laboral. Deberíamos aprender a identificar las cuestiones culturales y económicas que nos han llevado a ver con naturalidad al jugador de fútbol como inversión y al mismo tiempo, cuáles son nuestros bloqueos conceptuales para que no podamos hacer lo mismo con un maestro o un ingeniero. Son también trabajadores, solo que su tarea la cumplen en una cancha un poco diferente.

No deberíamos pasar por alto el status diferente que les reconocemos a los jugadores de fútbol, pero que les negamos a otros trabajadores. Explorando esta línea de pensamiento podremos encontrar las respuestas orientadoras para lograr que las empresas inviertan más en capacitación. La calidad que tanto proclamamos para mejorar la competitividad nacional, va indisolublemente de la mano de las personas que la producen. Personas con calidad, producen productos con calidad. En el terreno del fútbol o en el de la educación, o de la ingeniería.

Si hemos admitido cultural y económicamente, por la vía incuestionable de los hechos que eso es cierto, al pagar tan bien a quién hace goles o eventualmente los evita, sólo será un pasito más comenzar a creerlo para quien educa a nuestros hijos o construye nuestras carreteras. No digo que unos sean más importantes que otros, solo reafirmo que los vemos como recursos distintos, los contratamos de manera diferente y les exigimos rendimiento con otras reglas. Y no vale decir simplemente que los precios los fija el mercado, porque aquí también estamos hablando de valores.

PARTE 2

No miramos de igual manera a un futbolista, un maestro o un ingeniero cuando los contratamos. En ciertos casos, tenemos en la cabeza la idea de inversión y en otros de gasto. Seguramente que podrán plantearse razones comerciales para justificar estas diferencias. Sin embargo, un análisis más cuidadoso pondrá en evidencia que las diferencias entre los procesos de contratación de personal, reflejan cuestiones que trascienden a las profesiones involucradas y sus mecanismos de remuneración. Sería bueno detenernos y reflexionar un poco sobre lo qué hacemos y por qué lo hacemos.

En el correr de los últimos 50 años hemos puesto en evidencia en nuestro Uruguay, que podemos ser una potencia mundial “produciendo” excelentes jugadores de fútbol. Ciertas condiciones naturales parece que hemos generado, casi sin proponérnoslo conscientemente. ¿No estarán presentes esas mismas condiciones también en nuestros maestros y nuestros ingenieros? Tal vez realmente lo estén y tengan el mismo nivel de excelencia. Solo que no se han manifestado tan claramente, porque no hemos generado situaciones laborales propicias para que ello ocurra.

No esta mal que desde fuera nos consideren como productores de jugadores. Ahora bien, si solamente llegamos a ser una potencia exportando jugadores de fútbol, mostramos parte de lo que podemos ser y de lo que podemos hacer. Con todo lo importante que pueda ser el mercado de transferencias de jugadores profesionales de fútbol, sinceramente creo que nos quedamos cortos. Nuestros maestros e ingenieros también pueden jugar en primera división en sus respectivas canchas laborales. No son amateurs, son profesionales. Realmente podemos y debemos aspirar a más. A mucho más.

Deberíamos apuntar alto en todo lo que valoramos. ¿Por qué no podemos intentarlo con la alfabetización informática o con la red vial que nos ayuda a integrarnos mejor? Además ahora contamos con las enormes posibilidades que brinda la educación a distancia para la alfabetización utilizando internet y las evidencias de una incipiente integración regional que demanda más y mejores vías de comunicación, por simplemente continuar en la línea de los dos ejemplos previos que muestran cómo pensamos. Hay que construir internamente en nuestro espíritu la imagen de un mundo menos ingrato para luego, si es posible, hacerla realidad.

No hay que sepultar la posibilidad de soñar con un mundo en que a las personas se les reconozca laboralmente su valor, por lo que hacen con maestría y se les pague decorosamente por ello. Ciertamente que tomar algunas características laborales del mundo del fútbol y pensar que pueden aplicarse sin más trámite, a la educación o la ingeniería, puede parecer una ingenuidad. No puedo dejar de reconocerlo. Sin embargo, igual pienso que lo mejor del mundo de las ilusiones debería ser la imagen ideal para llenar el vacío que a veces deja la realidad que menos nos gusta.

Debemos recuperar primero la ilusión de mejorar y luego intentar que se haga realidad. Retomando lo que afirmamos al comienzo, nuestras barreras surgen más que nada de nuestras concepciones sobre lo que es gastar y lo que es invertir. Se trata de nuestra visión de lo que integralmente podemos esperar de un buen futbolista y que vaya a saber por qué, todavía no lo podemos aceptar de un docente o de un ingeniero. En definitiva, cada uno de nosotros, a partir de lo que pensamos y sentimos; generamos nuestros propios problemas sociales y económicos y deberíamos trabajar para encontrar nuestras propias soluciones. En caso contrario, seremos también parte del problema.

Publicado originalmente en http://www.cronicas.com.uy/

Carlos A Petrella

El Ing. Carlos Petrella un ejecutivo con más de 20 años de experiencia en todas las fases del cambio organizacional en grandes organizaciones estatales y privadas con amplios conocimientos de cultura organizacional y reingenierías. Ha trabajado en varios países de Latinoamérica y en Europa y posee una formación equilibrada en...

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