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China lidera la globalización con su Nueva Ruta de la Seda

Con una idea tan antigua como la Ruta de la Seda, que unió Oriente y Occidente desde el siglo II antes de Cristo hasta el XV, China quiere liderar la globalización del futuro. Para ello, esta semana ha celebrado en Pekín una cumbre a la que han asistido casi 30 jefes de Estado y de Gobierno y más de un millar de delegados de 130 países. En dicho encuentro, bautizado como Foro de la Franja y la Ruta, el presidente chino, Xi Jinping, anunció una inyección de 100.000 millones de euros para esta Nueva Ruta de la Seda, que se extenderá por 65 países. En total, el autoritario régimen de Pekín prevé invertir un billón de euros, sobre todo en infraestructuras que potencien el comercio.

Como claros ejemplos, China ya está construyendo una línea de ferrocarril a Laos que, presupuestada en 6.000 millones de euros, enlazará con otros países del Sudeste Asiático, así como un tren de alta velocidad entre Yakarta, capital de Indonesia, y Bandung. Además, con Pakistán está abriendo un corredor que llegará hasta el puerto de Gwadar en el Mar Arábigo, que las empresas chinas gestionarán durante las próximas cuatro décadas para convertirlo en nudo del transporte mundial de mercancías. En Europa, donde la multinacional china Cosco ha multiplicado el tránsito de contenedores en el puerto griego de El Pireo, Pekín está detrás de la vía férrea entre Serbia y Hungría.

En todos estos proyectos, el modelo es siempre el mismo. Instituciones estatales de crédito controladas por el régimen de Pekín, como el Banco de Desarrollo o el ExIm, acuden en ayuda de países con graves carencias en infraestructuras y escasa liquidez y financian carreteras, puertos y líneas de ferrocarril que construyen empresas chinas y sirven para su expansión comercial.

«Sin infraestructuras no hay desarrollo. El problema es que muchos países no tienen dinero ni acceso a créditos para construir dichas rutas y hay que ponerlos en contacto con las empresas que sí pueden hacerlo», analizaba en un reciente encuentro con periodistas Zhang Yunling, director de Estudios Internacionales en la Academia China de Ciencias Sociales. A su juicio, esta Nueva Ruta de la Seda es «una idea china con características chinas», ya que «fomentará la cooperación entre distintos países y profundizará en la globalización y el multilateralismo facilitando la aparición de nuevas potencias».

En la Nueva Ruta de la Seda están incluidos 65 países. De ellos, 20 están en EuropaAdemás de resaltar tan buenas intenciones, el experto no oculta que este plan servirá para canalizar al exterior la sobrecapacidad de sectores chinos como el del acero, el alumino, la construcción y la industria pesada, afectados por la ralentización de la economía nacional. «Como los sectores desfasados no se pueden trasladar a otros lugares, necesitan el apoyo del Gobierno», justifica Zhang Yunling, quien destaca la experiencia atesorada por las infraestructuras, las manufacturas y las exportaciones chinas.
Viabilidad del proyecto
Intentando despejar las reticencias sobre esta iniciativa, el académico aclara que «China no tiene aspiraciones coloniales ni pretende exportar su modelo», pero otros países tienen sus dudas por la falta de transparencia de su régimen autoritario. A pesar de la afluencia masiva de mandatarios internacionales, desde el presidente ruso, Vladimir Putin, hasta el turco, Recip Tayyip Erdogan, pasando por el español, Mariano Rajoy, han faltado los de grandes potencias democráticas como Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania y Francia, que han enviado representantes de menos nivel. Por no incluir menciones expresas a la transpartencia y la lucha contra la corrupción, la UE rechazó también suscribir un comunicado sobre comercio colateral a la declaración final de la cumbre, que sí fue aprobada por todos los participantes.

Otra de las dudas que surgen es saber si China podrá realmente sufragar todos estos proyectos, que se pueden disparar hasta los cuatro u ocho billones de euros según distintos cálculos, así como el riesgo de endeudamiento de los países que reciban sus créditos. Aunque los plazos que ofrecen los bancos de desarrollo chino son bastante largos, sus intereses van del 2 al 8% y pueden asfixiar a economías muy precarias como las de Birmania o Afganistán. En el peor de los casos, estos países podrían encontrarse con flamantes autopistas, líneas férreas y puertos construidos por trabajadores chinos y utilizados por empresas de dicho país, con pocos beneficios para sus comunidades locales. Algo parecido a lo que ha ocurrido con la expansión china por África y Latinoamérica, que ha traído no pocos conflictos en algunos países.

«Hay escepticismo con este proyecto, y a veces incluso mala prensa, por la poca transparencia y la falta de medidas concretas y garantías de protección medioambiental y laboral», valora Rafael Galán, analista experto en Asia. A pesar de tales reticencias, ve la idea «con optimismo» porque «en realidad es una vuelta al pasado de los chinos, que han sido muy comerciantes a lo largo de su historia, y se enmarca dentro del proceso actual de internacionalización de sus empresas».

Aprovechando su estratégica posición en Europa y sus lazos culturales con Latinoamérica, España quiere ser un puente con China hacia ambos continentes. Así lo anunció durante la cumbre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien ve oportunidades de negocio para las empresas de infraestructuras, servicios, turismo y cultura. «China tiene interés en los puertos de Valencia y Algeciras como puerta de entrada al Mediterráneo y puede crecer el número de turistas y de permisos de residencia por inversiones», resume Rafael Galán. En su opinión, esta Nueva Ruta de la Seda es «positiva porque aumentará el comercio mundial».



  • Ver original en Diario ABC
  • Publicado el lunes mayo 22, 2017


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